Y.U.R.G.S. -P.7-

Asch se había ido. Shenia todavía no podía creerlo, le había visto marchar sin que él posase la mirada en ella, sin que le dijese los motivos, simplemente se fue corriendo. Glaiss la consoló como pudo a pesar de que él también estaba dolido por la marcha, sin razón aparente, de su compañero y amigo de la infancia.
-¡Hay que continuar!-Gritó Drank alzando el puño, tratando de animar al grupo.-¡Seguidme!-Sacó su pesada arma y la colocó en su hombro. Se adelantó para abrir paso esperando que ambos le siguiesen, además de unos cuantos nephilims más de su guardia que se les habían unido.
Sin que Glaiss soltase la mano a Shenia, comenzaron ha andar cabizbajos, arrastrando los pies por el polvoroso suelo y con la mirada perdida. La princesa le apretaba fuerte la mano y no se apartaba de su lado, tratando de ordenar sus pensamientos para no romper a llorar delante de todos.
El grupo llegó al final, una puerta medio abierta era la entrada a otra sola. Uno de los nephilim se adelantó y miró a través de la abertura. Tras observar detenidamente, volvió con el resto.
-Ahí se encuentran las mujeres secuestradas, señor, pero son custodiadas por una docena de ogros más los que no están ahí.

-No importa, debemos entrar. Preparad las armas.-El príncipe de Blizternova se acercó a Glaiss y Shenia, quienes se habían mantenido por detrás del grupo y en absoluto silencio. Se paró delante de ellos y les miró, sin pizca de compasión en la mirada- Sé que la marcha de vuestro amigo es dolorosa, pero ahora no se os puede permitir flaquear, debéis atender a vuestra responsabilidad -Glaiss asintió, miró a Shenia serio, se soltó de ella, desenvainó la espada, y se fue acercando a la puerta. La princesa hizo amago de ir tras él, pues no quería estar sola, Drank le agarró de los hombros, reteniéndola- No, princesa, os tenéis que quedar al margen de esto, si salís herida la ira de vuestro padre caerá sobre nosotros, pues sois nuestra responsabilidad. Quedaos aquí, estáis a salvo.-
Dicho eso, todos salieron por la puerta armados dispuestos a enfrentarse contra los ogros. La chica se quedó en el umbral de la puerta, fuera de la vista de los enemigos. La sala era grande, hecha de piedra y a cada lado había cárceles en donde las mujeres estaban retenidas. El grupo comenzó a asesinar a todos los ogros que se encontraban por su camino, sin embargo cada vez llegaban más. Glaiss atravesó con el filo de su espada el estómago de uno para después cortarle la cabeza de un movimiento. Se acercó a él y comenzó a buscar las llaves de las celdas, al encontrarlas, se giró y fue corriendo hacia la princesa. Al llegar, le puso en las manos las llaves y la miró a los ojos.
-Debéis salvar a las mujeres, cuando estén todas liberadas, salid de aquí. Hay caballos fuera y sabéis el camino al pueblo, nosotros les entretendremos y contigo están seguras. ¿Serás capaz de hacerlo?-
-Glaiss, yo..
El chico la zarandeó por los hombros con firmeza- ¿Serás capaz de hacerlo?
Shenia simplemente asintió, todavía estaba demasiado confusa pero Glaiss confiaba en ella y no quería defraudarle. El chico asintió y volvió con los demás mientras ella se dirigía a las primeras celdas. Fue probando cada llave hasta dar con la correcta, y así, fue abriendo e indicando a las mujeres que saliesen corriendo de allí y se quedasen junto a los caballos. Mientras abría una de ellas, miró de reojo buscando a Glaiss con la mirada. Al verle en el suelo, sin su espada y apunto de ser atravesado por la espada del ogro, se separó de las celdas, desenrolló el látigo de su muñeca y con él agarró por el cuello ha aquel ser. Tiró con fuerza hacia atrás mientras este se ahogaba e intentaba soltarse. El elfo se incorporó, agarró su arma y se la clavó en el pecho, después se acercó a ella.
-Gracias... -Le sonrió agradecido- Ahora vete.
Glaiss volvió a la batalla mientras Shenia liberaba a las mujeres, una vez terminada su tarea, la princesa las guió a todas a fuera corriendo todo lo que podían, esperando que nadie las siguiese. Llegaron hasta los caballos, subió a ellas a todas las que podía y marcharon hacia el pueblo a galope mientras Shenia guiaba a las demás corriendo. Al llegar, los familiares las recibieron con lágrimas en los ojos y fuertes abrazos. A pesar de que la estaban dando las gracias por rescatarlas, la princesa estaba pendiente de que volviese el grupo.
Pasaba el tiempo y Shenia seguía quieta, sentada junto a las patas de su caballo blanco. Oyó a lo lejos voces graves y poco a poco apareció por el camino el grupo de nephilims que venían de la cueva. La chica se levantó y, cuando vio a Glaiss, salió corriendo en su dirección para abrazarle. Drank y sus seguidores, montaron en sus rocines y miraron a los chicos.
-Iré a informar a mi padre, gracias por vuestra ayuda-Dicho eso, todos los nephilims cabalgaron rápidamente hacia su respectivo reino, dejando a Glaiss y Shenia solos.
-Será mejor que te lleve a casa, princesa. Vuestro padre estará preocupado.- Y ambos se montaron en sus caballos y se dirigieron hacia el castillo del reino de Husmacia.
Las grandes puertas principales se abrieron de par en par y Jarven salió con las manos en la cintura. Los ojos se posaron en los dos caballos y sus jinetes que llegaban cabalgando. Shenia, al llegar, bajó de su montura y se quedó mirando a su padre, preocupada por lo que pudiese decirla, ya que se había ido sin permiso. Glaiss la cogió de los hombros y fueron andando mientras el rey se acercaba a ellos, con el rostro crispado por el enfado.
-Espero que tengas una buena excusa para esto- Las palabras eran firmes y se clavaban en el pecho de la muchacha como un puñal. Ella bajó la cabeza y palideció pensando como decirla la verdad.
-Señor, fue culpa nuestra. El príncipe Asch y yo nos la encontramos en un pueblo, sin embargo, dejamos que nos acompañase sin pensar en las consecuencias, debimos haberla traído para que no la pasase nada...
-No soy una niña- Dijo Shenia, evidentemente molesta, pero agradecida por que Glaiss la encubría.
-Silencio, no saldrás en un tiempo y menos sin compañía. No te he educado para que te escapes de casa y vayas a buscar aventuras como si fueses un caballero.-
-Padre yo...
-Basta, Shenia, entra en el castillo.- La chica se dispuso ha entrar malhumorada al castillo cuando el sonido de herraduras contra el pavimento de piedra interrumpió la discusión. Los tres miraron al jinete, un hombre vestido con los ropajes típicos del reino de Guniver, de color marrón. El hombre entregó un rollo de papel al rey y volvió por donde había venido.
Jarven abrió el mensaje y leyó en bajo, dejando a los dos príncipes en suspense. Nada más terminar, alzó la vista hacia ellos, primero hacia Glaiss y después hacia Shenia, transmitiendo con la mirada que ya no estaba enfadado.
-Asch se ha marchado de Guniver, nadie sabe a donde ha ido, simplemente se ha ido diciendo que no sería débil.
La noticia fue como un mazazo tanto para Shenia como para Glaiss, a la chica se le llenaron los ojos de lágrimas, evitó el abrazo de su padre y se marchó corriendo al interior del castillo. Jarven miró preocupado al elfo y le puso una mano en el hombro, como gesto cariñoso.
-Volverá, sabe lo que hace.- Glaiss simplemente asintió y le dedicó una rápida y agradecida sonrisa al rey que en seguida borró. Se dio la vuelta, montó en su caballo y respiró hondo.
-Iré a informar a mi padre de lo sucedido. Adiós, señor.- Dicho eso último, el muchacho partió hacia su reino en completo silencio, con el rostro en calma, pero por dentro su espíritu estaba revuelto, su mente no paraba de darle vueltas al asunto sobre Asch. ¿Por qué se marchaba? ¿Por qué? Hizo fuerza en las riendas y siguió adelante, apretando los dientes de la impotencia.

Escrito y publicado por: Gaia Lowry
Co-escrito por: Asch Redfield

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