Y.U.R.G.S. -P.8-

Habían pasado varios días desde que Asch se fue, ni Glaiss ni Shenia habían recibido noticias sobre su paradero y eso les tenía preocupados. Su padre tampoco sabía nada.
El príncipe elfo había cogido una nueva costumbre, ya que su mejor amigo se había ido se dedicaba a pasar el tiempo con Shenia, ya que ambos habían acercado su amistad desde el suceso de Asch. El peliblanco cabalgaba a través de los parajes para llegar al gran reino de Husmacia, el castillo le abrió sus puertas y este dejó a su caballo metido en la cuadra para que lo cuidasen. Salió y fue en busca de la princesa, aunque sabía donde estaba ya que conocía su rutina. Se dirigió entonces, hacia los jardines traseros. Allí, la muchacha paseaba entre los arbustos y los rosales mientras dos soldados seguían sus pasos. Al ver a Glaiss, una sonrisa se formó en su rostro y fue rápidamente hacia él, a la par que él iba hacia ella. Se abrazaron como buenos amigos y tomaron asiento en uno de los bancos de piedra bajo uno de los cerezos en flor.
-Pensé que hoy no vendrías -Dijo mientras le miraba a los ojos.
-Fui a Guniver, necesitaba hablar con el rey
La sonrisa de la muchacha desapareció en cuanto Glaiss pronunció esas palabras.
-¿Te ha dicho algo sobre Asch?
Glaiss negó- Solo que se había ido con doce de sus mejores hombres sin que nadie supiese a donde iban, pero Asch es listo y sabes que volverá.
La chica suspiró y se apartó ligeramente de él, llevando su mirada directamente al suelo. -Sigo sin entender por qué se fue... ¿Acaso no ve lo que sufrimos? -.

Glaiss la agarró de los brazos e hizo que le mirase mientras sonreía de manera tranquilizadora.
-Volverá.
Sus palabras la calmaron por el momento pero en su cabeza seguía dandole vueltas al asunto. Mientras ambos se mantenían callados, las doncellas de la princesa paseaban hablando alegremente la una con la otra. Ellas y la princesa eran amigas desde la más tierna infancia, y eran sus más preciadas confidentes. Los ojos del elfo en seguida vislumbraron ha ambas muchachas. La de la derecha, alta y esbelta, de piel clara con pecas, nariz pequeña y ojos verdes oscuros, con el pelo cobrizo recogido en una larga trenza ladeada, llamada Aleshia; y la de la izquierda, de estura baja con la piel clara, ojos color avellana combinados con el color azabache de su cabello, recogido en un desaliñado moño que dejaba escapar rebeldes mechones sobre su rostro, llamada Nicolette.
Shenia observó al muchacho con cierta curiosidad mientras él se quedaba embobado con ambas doncellas, las cuales no se cercioraron de su mirada. La princesa comenzó a reirse, haciendo que Glaiss se sobresaltase.
-Ve ha hablar con ellas, no muerden -Shenia esbozó una divertida sonrisa mientras las mejillas del muchacho se iban tornando rojas.
El chico le pegó un pequeño empujón cariñoso mientras ella reía. Le gustaba verla contenta, desde lo de Asch no había vuelto a sonreír, aunque él tampoco lo hacía mucho.
Ambos se quedaron en silencio durante un momento, ninguno cruzaba la mirada con el otro. No era un silencio incómodo pero se podía sentir la tensión en el ambiente, además, la presencia de aquellos guardias que seguían a la princesa allí donde iba tampoco era agradable, y menos para Shenia, pero el castigo de su padre iba a ser cumplido.
A lo lejos se oyeron el golpeteo de herraduras contra las piedras del suelo. Un caballo llegaba a toda velocidad y frenaba en seco delante de las escaleras de la entrada. El jinete bajó, respirando rápidamente, y se acercó a los guardias que custodiaban la entrada.
-He de ver al rey, traigo un informe de máxima prioridad -Les entregó un rollo de papel y al ver que fue sellado con la marca del reino de Nindrez, le dejaron pasar sin oponerse. Glaiss, quien tenía un buen oído, había escuchado lo que el jinete había dicho. Se levantó de golpe y miró a la princesa.
-Algo ha pasado -Los dos herederos se quedaron observando como el hombre corría por el patio interior hacia el gran salón donde seguramente se encontrase Jarven. Ha ambos les picaba la curiosidad, pero Shenia sabía que su padre la iba a mantener fuera de todo esto, por lo que no podía presentarse en el salón para escucharlo directamente.
Así, se levantó y cogió a Glaiss del brazo, y sin que los guardias se diesen cuenta, ya que estaban sentados  hablando animadamente, salieron corriendo hacia el castillo y recorrieron los pasillos todo lo rápido que podían. Se pararon en seco y se acercaron lentamente hacia el salón, entreabriendo la puerta de acceso a este. Los dos se quedaron escuchando la conversación en absoluto silencio, esperando no ser descubiertos.
-Señor, os traigo este informe desde el lejano reino de Nindrez -El mensajero se acercó hasta quedarse delante y se arrodilló, mostrando respeto, estirando el brazo con el rollo de papel en la mano.
Jarven cogió el mensaje, lo desenrolló y comenzó a leer, sentándose en su trono. Tras un instante, se levantó de golpe, dejando caer el papel y se acercó rápidamente al jinete extranjero y le cogió de los hombros.
-Dime, ¿qué ha pasado? ¿Por qué piden la ayuda tan tarde?
-Señor, sólo soy un mero mensajero, los demás reyes ya han sido avisados pero necesitan vuestra ayuda, rey Jarven.
El rey le soltó y suspiró, pasándose una mano por la cara y tratando de ordenar sus pensamientos. Alzó la barbilla y su expresión se volvió seria. Miró hacia los dos soldados que había en el extremo de la habitación.
-¡Vosotros! ¡Id a preparar el ejército! Que se dirijan a Nindrez, que se lleven carros y caballos. Les quiero allí en dos días como máximo. ¡Id! -Ambos soldados se fueron rápidamente. El rey posó su mirada en el mensajero.- Les guiaréis por el camino más rápido, si lo lográis, seréis recompensados. Marchad.
-Gracias, señor. -Salió de allí.
Los muchachos se miraron preocupados, nunca habían visto de esa manera al rey, normalmente era más pacífico. En cuanto el mensajero salió del salón, la reina Anri entró confundida por las prisas que tenían los soldados, se acercó hasta donde estaba su marido, ya sentado en su trono, y se puso junto a él, acariciándole la sien con los dedos.
-Querido, ¿qué ocurre?
Jarven alzó los ojos hacia su bella esposa y acarició su mejilla con los dedos- Problemas, el reino de los enanos será invadido. Le habremos perdido antes de que lleguen nuestras tropas. El ejército enemigo es mucho más superior. Necesitamos un milagro y soldados realmente buenos para vencer. -Anri le sonrió con dulzura y le dio un beso en la frente.
Glaiss se separó bruscamente de la puerta y comenzó ha andar por el pasillo hacia los establos, Shenia al percatarse fue detrás y le agarró de la manga.
-¿A dónde vas?
-Cuantos más soldados vayan, más posibilidades habrá, suéltame princesa.
-No por favor, no te vayas, pueden matarte Glaiss -La chica estaba realmente asustada porque Glaiss se fuera y más si podía morir. Sin embargo, el muchacho se soltó de su brazo con un movimiento brusco y la echó para atrás.
-Basta Shenia, soy un soldado, es mi deber ir. Tu como princesa no lo entiendes pero mi destino es luchar. -La muchacha se quedó callada, mirándole.- Volveré -Se acercó y le dio un cariñoso abrazo para después salir corriendo hacia los establos.
Puede que el deber del elfo fuese de verdad ir a la guerra y combatir para defender la arcana unión, sin embargo, el propósito del muchacho era muy distinto, quería encontrar a su amigo y puede que Asch fuese a combatir. Podría encontrarlo y hacerle regresar. Sacó a su montura de los establos y montó rápidamente, para salir cabalgando hacia Sonrengar, su hogar. Debía llegar pronto para tratar de salvar un reino y a su amigo.

Escrito y publicado por: Gaia Lowry
Co-escrito por: Asch Redfield

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