R.J. DISTRICT TEN -P.2-
El sol atravesó el cristal de la ventana de mi cuarto y me iluminó el rostro. Apreté los ojos cerrados con fuerza antes de abrirlos y pasarme la mano por ellos para desperezarme. Eché hacia atrás los mechones del cabello que rebeldemente me caían sobre el rostro. Me incorporé en la cama hasta quedarme sentada con las piernas aún bajo las mantas y miré hacia el exterior, aunque sólo se veían las ramas del árbol y el cielo azul.
Aparté las mantas de la cama y me levanté, estirando todo el cuerpo para despertarme por completo. Me dirigí a la ventana y la abrí para dejar que el aire mañanero entrase y ventilase la habitación. Fui hacia el armario para sacar una camiseta gris, que anteriormente era blanca, y unos pantalones de tela vaquera. Me calcé las botas y salí de la habitación sin hacer el menor ruido.
Tras comprobar que mi padre aún dormía, debió de haber bebido más de la cuenta anoche, bajé las escaleras y atravesé la cocina hacia la puerta principal.
Una vez en el exterior, caminé rápidamente calle abajo en dirección al matadero para comenzar la jornada de trabajo. Pasó por las mismas calles que el día anterior hasta la parte de atrás del matadero. Con la espalda pegada a la pared y con paso seguro, llegó a la puerta de atrás y entró en el edificio.
Los trabajadores se mantenían en sus puestos de trabajo sin entablar conversación entre unos y otros. Pasé la mirada por todos ellos, sin saber qué pasaba pues aquel no era el ambiente normal. Me acerqué al puesto de Dan donde el hombre despiezaba a una vaca.
-Hola, ¿por qué están todos tan callados? ¿Ha pasado algo? -Pregunté apoyándome en la mesa, mirando los ojos de Dan, aunque él me evitaba.
Aparté las mantas de la cama y me levanté, estirando todo el cuerpo para despertarme por completo. Me dirigí a la ventana y la abrí para dejar que el aire mañanero entrase y ventilase la habitación. Fui hacia el armario para sacar una camiseta gris, que anteriormente era blanca, y unos pantalones de tela vaquera. Me calcé las botas y salí de la habitación sin hacer el menor ruido.
Tras comprobar que mi padre aún dormía, debió de haber bebido más de la cuenta anoche, bajé las escaleras y atravesé la cocina hacia la puerta principal.
Una vez en el exterior, caminé rápidamente calle abajo en dirección al matadero para comenzar la jornada de trabajo. Pasó por las mismas calles que el día anterior hasta la parte de atrás del matadero. Con la espalda pegada a la pared y con paso seguro, llegó a la puerta de atrás y entró en el edificio.
Los trabajadores se mantenían en sus puestos de trabajo sin entablar conversación entre unos y otros. Pasé la mirada por todos ellos, sin saber qué pasaba pues aquel no era el ambiente normal. Me acerqué al puesto de Dan donde el hombre despiezaba a una vaca.
-Hola, ¿por qué están todos tan callados? ¿Ha pasado algo? -Pregunté apoyándome en la mesa, mirando los ojos de Dan, aunque él me evitaba.