Y.U.R.G.S. -P. 33-

Las herraduras de los caballos chocando contra el suelo era el único ruido que podía oírse. El ejército, conducido desde el reino de Guniver, había salido ya en formación. A la cabeza Asch, equipado con la armadura de su progenitor, la lanza del difunto Jarven y su espada colgada  de su cadera, y con la parte superior de su cabello recogido para evitar que los mechones le molestaran. Nadie hablaba. La tensión podía palparse. Todos y cada uno de los soldados se mentalizaban para lo que se avecinaba. Aunque nadie estaba preparado.
Cuando las tropas habían alcanzado la bifurcación que se dirigía hacia Husmacia, llegaron hasta sus oídos el sonido de los cuernos de guerra. Asch tensó la mandíbula. Frente a ellos comenzaba a conformarse el ejército husmaciano. Sus ojos contemplaron la primera línea de batalla. Al frente de las tropas, sobre su caballo blanco y ataviada con una reluciente armadura ligera, se hallaba Shenia. Había recogido todo su pelo en la parte posterior de su cabeza, portaba la cimitarra en la espalda y dos de sus látigos colgados a ambos lados de su cadera. Agarraba con fuerza las riendas de su montura mientras miraba a su prometido acercarse.
El ejército del príncipe llegó a la altura de su aliada, éste frenó sus tropas con un movimiento de brazo y se quedó observando el serio rostro de su amada. Después, y sin mediar palabra con ella, asintió con la cabeza y ambos encabezaron la marcha, primero las tropas guniverianas y en la retaguardia, las correspondientes al reino de Husmacia.

 Mientras, el príncipe Glaiss había conducido a sus escuadrones a través del bosque, tratando de guiarse por la situación de la gran luna, cuya rojiza silueta era capaz de verse entre las copas de algunos árboles. Los elfos, criaturas ágiles y silenciosas, iban armados con sus defensas más ligeras pero resistentes, sin caballo alguno. Las tropas estaban equipadas con espadas de filo curvado y arcos, éste último sobretodo en la retaguardia. El ejército elfo estaba dividido en cinco escuadrones, cuatro de ellos liderados por los mejores generales del país y el quinto por el mismo príncipe. Glaiss había decidido seguir con la primera estrategia y encerrar al ejército nefilim, por lo que, llegado el momento, envió a tres escuadrones a la parte oeste y norte del bosque, en dirección a Blizternova.
-Alteza. –Susurró un joven elfo. Glaiss, agazapado tras la maleza, se volvió hacia el muchacho y ordenó que se detuviera el otro escuadrón que les acompañaba. El soldado era aún muy joven para haber combatido en más de una guerra. El heredero no necesitó que aquel elfo dijera una palabra más. Estaba muerto de miedo, un terror comprensible cuando vas a luchar contra enemigos tan poderosos. Extendió una mano para agarrarle del hombro y le sonrió con confianza. Abrió la boca, pero sus inminentes palabras fueron acalladas por el sonido de unos cascos.
Todos se escondieron y se mantuvieron en sus puestos hasta que el príncipe diera la orden. Éste se mantuvo quieto en su posición, apartando algunas ramas de arbustos para poder observar cómo el ejército nefilim se acercaba, por el camino que llevaba a su reino, con sus infantes y caballeros.

El ejército humano había llegado ya a la gran plaza elíptica, un claro en el bosque, con un enorme obelisco de mármol negro con los nombres de los monarcas sucesores de los fundadores de Y.U.R.G.S., sobre éste, la enorme Luna de Sangre brindaba una siniestra luz sobre aquel campo de batalla. Las tropas se dispusieron en formación, la caballería delante armados con lanzas, tras ellos la infantería pesada y en la retaguardia los arqueros.  Asch y Shenia estaban delante de la primera línea de batalla, ambos con la vista fija en aquel ejército que se aproximaba lentamente. El príncipe estiró una mano para agarrar la de su prometida, se miraron largo tiempo antes de que se soltaran. Asch dio la vuelta su montura para observar los rostros de los hombres que les acompañaban a la batalla.
El muchacho buscó las palabras correctas, pero ¿qué decir en una situación como esa? Muchos de los allí presentes conocían a sus rivales, eran incluso amigos o familiares. En aquel momento, las palabras de ánimo no podrían aplacar la inseguridad y el miedo de aquellos soldados, ni siquiera del propio corazón del príncipe. La única opción que tenían era acabar con esto cuanto antes, evitando el mayor número de muertes posibles. Así, el joven príncipe simplemente alzó el brazo, con el puño cerrado.
-¡Por Y.U.R.G.S.! -Los soldados le respondieron con un grito al unísono. Desenvainaron sus espadas, alzaron sus lanzas y las flechas se colocaban en los arcos.
Drank encabezaba la marcha de sus legiones, cada vez más cerca de sus antiguos amigos. Alzó su arma y dio un grito de guerra.
Ambos ejércitos avanzaron en formación. El cielo se cubrió por un momento de una oscura lluvia de flechas que caía sobre los nefilim, derribando a algunos de sus monturas o hiriéndoles. Pero unas simples flechas no podrían con ellos.
El choque entre los dos ejércitos provocó un enorme estruendo.
La superioridad de su fuerza hizo retroceder a la primera línea, las lanzas se clavaron en los cuerpos de los humanos o en sus caballos, pronto, la batalla fue cosa de la infantería. Los arqueros dejaron a un lado sus armas de distancia y se unieron a la lucha con sus propias espadas. Así, los dos ejércitos se convirtieron en una masa de gritos y sangre.
Cuando la batalla se hubo concentrado en el centro de aquella elíptica plaza y las tropas de ambos ejército se mezclaron en una masa heterogénea de estandartes, armaduras de diferentes colores y sangre, se oyó un estruendoso grito procedente de los árboles que rodeaban el camino hacia Blizternova. De la espesura, el ejército de Sonrengar salió blandiendo sus armas en dirección al enemigo. Los nefilims fueron sorprendidos y atacados por la espalda, y muchos de ellos cayeron bajo las armas élficas, sin embargo, la fuerza de su especie superaba tanto a la humana como a la elfa. Pronto los reinos aliados se vieron rebasados por el contingente nefilim.
En medio de aquella masacre, en la que algunos humanos como elfos y nefilims ya yacían muertos en el campo de batalla, se libraba una pelea personal. La princesa Shenia había clavado su cimitarra en la espalda de un enemigo que trataba de asestar un golpe mortal a un soldado husmaciano, tras haberlo salvado, ambos se volvieron a poner en guardia para luchar contra todo aquel que osara acercarse, sin embargo, los ojos de la muchacha vislumbraron entre los cuerpos de los soldados la esbelta figura del príncipe Drank. Los ojos enfermos del muchacho transmitían el odio y rencor que el mismo brujo tendría hacia su antepasada. Él se acercaba lentamente. Nadie se atrevía a atacarle, por lo que ni siquiera había liberado sus dos espadas de las fundas de su espalda. Apenas les separaban un par de metros, Shenia agarró uno de sus látigos, apretó la mano derecha sobre el mango de su cimitarra y se puso en guardia.
Los primeros golpes pudo detenerlos sin problema a pesar de la enorme fuerza que tenía el muchacho, cada choque de armas la hacía retroceder pero no por ello cedía. De un movimiento, el látigo de cuero se enroscó en la mano derecha de Drank, la princesa tiró con fuerza para inmovilizarle la extremidad, pero Drank lo agarró la otra y, de un tirón, tuvo a la chica a escasos centímetro de su rostro. Una siniestra sonrisa iluminó su demacrada expresión antes de que la lanzara por los aires. El golpe contra el suelo fue duro, por un momento se quedó sin respiración y trató de boquear para que le llegara el aire a los pulmones. Una vez recuperado el aliento, se arrastró por el suelo para coger su arma que había caído a un par de metros de ella, pero cuando sus finos dedos ya rozaban la empuñadura, las grebas de Drank aplastaron el hueso de su muñeca. Profirió un agudo grito y movió los dedos para tratar de coger la cimitarra, pero el peso del príncipe impedía que moviera el brazo, y por el dolor que sentía llegó a pensar que le había roto los huesos.
Su situación era límite, se encontraba a merced de Drank y dudaba que en su estado tuviera piedad de ella. Shenia se movía e intentaba liberarse, pero nada de lo que hacía era suficiente. Sin esperar un segundo más, Drank arrancó de la cadera de la chica el segundo látigo que portaba y envolvió con él el fino cuello de la princesa. Liberándola la muñeca, Drank tiró con fuerza del látigo para poner a la muchacha de pie, usando su propio arma como horca, impidiendo así que respirara. Shenia se llevó instintivamente las manos al cuello para tratar de aflojar la presión que hacía sobre él, pero la fuerza que ejercía impedía la llegada de oxígeno al cerebro y pronto sus movimientos se vieron ralentizados.
-Es así como debería haber acabado, contigo muerta. Éste es el castigo que merecen los traidores.
Lentamente, sacó de su espalda una de sus espadas cortas y dirigió su filo hacia el cuello de Shenia. Ésta, al ver cómo se acercaba aquella arma, comenzó a patalear e intentar pronunciar palabra, pero la presión del látigo apenas dejaba escapar susurros.
-D-Drank… no… -Las lágrimas se le acumularon en los ojos. El corazón le latía desbocado contra el pecho- Dra… -Su voz se quebró cuando sintió el frío filo de la espada contra la ardiente piel de su garganta.

Lo más profundo del bosque traía fuertes sonidos, gritos, pasos, trotes… La cercanía de dicho alboroto se hacía cada vez más patente. ¿Acaso se acercaba un nuevo enemigo, aprovechándose de la situación en la que se encontraba Y.U.R.G.S.? El príncipe Asch, que luchaba en la parte más occidental de la plaza junto a una guarnición de sus mejores hombres, se percató de aquel ruido. Por un momento, la lucha en aquella facción de la guerra se detuvo. Ambos bandos escucharon atentamente como el ruido avanzaba con rapidez, estando más cerca de ellos cada vez. El príncipe agarró su espada con ambas manos y la alzó, colocándose en guardia para un posible ataque. Sin embargo, sus ojos se abrieron por la sorpresa. Una marabunta de hombres y mujeres, jóvenes y entrados en años, de vestimentas ajadas y reputación cuestionable, salió de entre los árboles, gritando, como una jauría de perros, directos a por los subordinados del príncipe Drank. Entre ellos, una enorme bestia interrumpió en el campo de batalla, seguido de mercenarios a caballo.
Kylai observó al heredero con una sonrisa en el rostro y él le respondió con otra, llena de alivio.
-Pensé que no lo habías conseguido.
-Lo bueno se hace esperar, querido.
Pero aquel instante de relativo desahogo fue bruscamente interrumpido por la voz de su compañero. Glaiss, entre una marabunta de soldados de ambos ejércitos, gritaba con fuerza. Su cabello blanco estaba pegado a su frente, su rostro estaba sudoroso y salpicado de sangre. Sus ojos, llenos de desesperación, le lanzaban miradas de socorro a su hermano. Asch contuvo la respiración durante un segundo y siguió la dirección que marcaba el elfo con su espada mientras se intentaba abrir paso entre los soldados. Lo que sus ojos vieron le provocó tal opresión en el corazón que por un momento sintió que dejó de latir.
-¡¡¡SHENIA!!!
Con aquel grito, el príncipe salió corriendo, apartando a todo aquel que osara cruzarse en su camino. Arremetía con fuerza contra los enemigos para placarlos y apartaba a empujones a los aliados por la inercia de la carrera. Durante el camino, se hizo con una larga lanza que estaba clavada en el suelo, apuntó con ella y la lanzó con toda la fuerza que su brazo derecho podía ofrecerle. La afiliada punta de aquella arma se clavó en el omoplato derecho del príncipe Drank. Éste soltó un alarido y apartó la espada del cuello de la muchacha para darse la vuelta. En aquel momento, Asch le embistió, separándolo de Shenia y tirándolo al suelo, después se incorporó rápidamente y desenvainó su espada.
-No vuelvas a tocarla. –Dijo entre dientes con tono rabioso.
Drank se arrancó la lanza de la espalda y se levantó del suelo. Sus apagados ojos alternaban entre el iracundo rostro de su antiguo amigo y su objetivo. Shenia se hallaba en el suelo, tratando de respirar de manera normal. Drank sacó las armas de su espalda y apuntó con una de ellas hacia la muchacha.
-Me encargaré de ti primero, después la mataré delante de tus ojos y luego me plantearé si acabar con tu mísera vida u obligarte a cargar con su frío cuerpo.

Asch dejó escapar un gruñido. Ambos se mantuvieron quietos durante unos segundos, analizándose con la mirada. El humano sentía un profundo dolor en el pecho, oír aquellas palabras de la boca de su hermano le producía una enorme angustia. Cerró los ojos durante unos segundos, su mente recordó cada momento vivido a su lado, cada experiencia compartida, pero pronto dejó aquellos sentimientos de lado, no podía permitirse titubear en una situación como aquella. Alzó la mirada hacia él, cargada de odio, un odio no dirigido hacia Drank, sino hacia en lo que le habían convertido. Apretó la mano de la empuñadura y se lanzó contra él, blandiendo su espada contra el enemigo. 

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